En los siglos XVI y XVII aparecieron las Wunderkammer, Wonder rooms o gabinetes de curiosidades. Se trataba de habitaciones en las que se recogían objetos curiosos de todo tipo, a menudo procedentes de las exploraciones y descubrimientos de la época.
En ellas el coleccionista establecía categorías, jerarquías y analogías entre los objetos. Recreando un universo en miniatura, un microuniverso.
A lo largo del SXVIII las Wunderkammer tienden a desaparecer y cobra fuerza un nuevo concepto: el museo. En él pierde importancia el papel del coleccionista, se segrega el conocimiento en disciplinas y se abre al público en general.
El mundo en miniatura de las Wonder rooms ayudaba a comprender la inmensidad del macrocosmos. Gracias a la posesión de objetos y su asimilación se accedía a una representación del mundo que le proporcionaba al coleccionista la sensación de control y poder sobre el inmenso mundo exterior.
El concepto de Wonder room sigue fascinándonos en nuestros días. Existen seguidores de coleccionistas célebres que forman sociedades para descubrir rarezas de todo tipo. Un ejemplo es la sociedad que gira en torno a Athanasius Kircher También artistas como Kiki Smith se han interesado por el término y han tomado prestado el concepto como inspiración para sus instalaciones.
Esa ilusión de control que proviene de descubrir y poseer fragmentos del mundo reside también en muchos artistas outsider que acumulan objetos diversos que a menudo terminan formando parte de sus creaciones. Algunos de ellos son Mary Proctor, Grandma Prisbey, Bodan Litnansky, Gabin Bennet...
Creo que incluso este blog puede responder un poco al mismo principio.
Le Jardin du Coquillage. Bodan Litnansky. Fuente: http://www.tate.org.uk/britain/exhibitions/outsiderart/environments/france_large.htm
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